Juan Luis de la Cruz Gallardo
In Memoriam
29.8.2024
Este 29 de agosto, me desperté con la noticia de que había muerto Juan Luis Gallardo. Recordé agradecido y melancólico tantos bienes recibidos de su vida y de sus innúmeros escritos; y casi como un acto reflejo fui a buscar aquellas líneas que tuve la oportunidad de escribirle en “Cabildo”, cuando en el año 2011, la UCALP, le publicó sus Memorias, en dos volúmenes, bajo el título “De memoria nomás”. Van las mentadas líneas:
Por lo menos desde cuatro puntos de vista es aprovechable esta valiosa obra. Llamaremos pedagógico al primero. En efecto; quienes estudian y analizan con cuidado el papel protagónico que desempeña la familia en la formación de la personalidad, hallarán en las presentes páginas una prueba contundente del valor de la crianza hogareña. Juan Luis no es ni quiere ser un self made man. No es ni quiere ser un nómade brotado de las piedras. Es un heredero,un legatario y continuador ,un gajo nuevo de una rama antigua. A cada paso de su libro, y a cada hoja que da lugar a otra y a otra más en este libro, asoman sus padres, sus abuelos, sus antepasados, su rico entorno parental y amical, signado enbuenahora por una fortísima fidelidad a Dios y a la Patria. Aparece la casa solariega, el paisaje nativo, el arraigo a la tierra. Y hay para todas sus raíces un párrafo de gracias, explícito o implícito, según cuadre. En tiempos de familias deshechas o construidas contra natura, sirva el testimonio de una casa edificada sobre piedra.
En segundo lugar, cabe un aprovechamiento literario de estas
Memorias. Juan Luis ha desempeñado una diversidad de tareas en su vida, hasta la abogacía –si alguien le anda buscando defectos- pero bien sabemos que la centralidad de su temperamento y de su obra, es la propia de un hombre de letras. Leídos con apacible detenimiento estos recuerdos, podemos inteligir mejor, por un lado, el nacimiento de algunos de sus títulos, como Operación Algeciras o Canto a la patria argentina. Pero, por otro, podemos alborozarnos con poemas virtualmente inhallables o desconocidos, como “El sueño de una noche de verano” (p.101), el “Adiós al General Lonardi”(p.108),“Verano campero”(p.297-298),o las divertidísimas cuartetas dedicadas a Máximo Gainza, en una cena en su homenaje(p.314-315). Quienen rumbeen para la literatura, el periodismo, la historia o el ensayo, encontrarán en “De memoria nomás”, no pocas claves para consagrarse al apostolado intelectual, que bien supo llamarse así, antes de que se inventara la philosophie dans le boudoir.
Un tercer servicio prestan estas páginas, y no se ubica el mismo en el terreno pedagógico o artístico, sino eminentemente en el político. Gallardo ha sido y es un patriota formidable, que no dudó en tomar partido por las sucesivas causas justas que se le fueron presentando en su ya larga vida. Causas justas desplegadas dentro y fuera de las fronteras patrias, pero que en razón de su universalidad merecían una adhesión tajante, una disposición a jugarse, más allá del triunfo o del fracaso. No en balde estas Memorias se subtitulan “Recuerdos políticamente incorrectos”. Debemos dejar constancia empero –y es ésta una cordial discrepancia personal- que no todas las tomas de posición política del autor coinciden con las nuestras. Como no es la oportunidad de ahondar en detalles, sólo diremos que son aquellas que no nos parecen, paradójicamente, tan políticamente incorrectas. A salvo siempre las intenciones, que sabemos las mejores en un hombre de la talla de Juan Luis, hemos de tener, como simples lectores, la recta libertad para juzgar prudencialmente algunas de sus opciones eclesiales o políticas. Nada que no se solucione (o se empeore) con un café de por medio.
Al fin, el cuarto aporte de estos dos volúmenes atrapantes es el que, tal vez, nos llegue más de cerca. Gallardo –se lo haya propuesto o no- ha trazado en gran parte la biografía del Nacionalismo Argentino, al menos en su último y largo medio siglo de vida. El anecdotario, la crónica, la reminiscencia,los apuntes personales, la rica experiencia, la inclaudicable militancia, todo se conjuga aquí para probar la fecundidad de nuestro entrañable nacionalismo, que si errores tuvo o tiene, puede exhibir también un sorprendente caudal de aciertos, de actos corajudos, de lúcidas anticipaciones, de intervenciones generosas, de hombres singulares, de escritos que ya han pasado a la historia, e incluso de mártires en el sentido cabal de la palabra. En tiempos de “construcción de la memoria” –eufemismo para designar al macaneo más craso y horripilante- es para dar gracias que alguien se haya decidido, no a “construirla” sino a relatarla con veracidad y fundamentos. Es para dar gracias que alguien no tenga temor mundano,pero sí timor Domini.
La obra se completa con dos regalos. Un prólogo del inolvidable Tito Guevara –digno anfitrión para libro tan hidalgo- y una galería de fotos, sobre una de las cuales (con un “pachístico” figurón) cabría un piadoso manchón de tinta. Recurso que sugerimos amablemente a los editores, cuando estas páginas se reediten para provecho de un mayor número de lectores.
Juan Luis acusó recibo de estos párrafos con generosidad, sentido del humor y buen talante. Y en amable esquela del 5 de marzo de 2012, me decía: “Una de las contingencias favorables que se me han dado en la vida es haber contado con amigos benévolos, que han escrito benévolamente sobre libros míos. Tu caso es una de esas contingencias. Dado su carácter no me ee fácil referirme al tenor de tus juicios, ya que, al hacerlo, debería estar formulando continuas salvedades y aclaraciones. Pero, pidiéndote que las des por formuladas, debo decirte que me gustó la manera cómo encaraste la cosa, estableciendo los cuatro ángulos desde los cuales abordaste el análisis de la obra. Respecto a las disidencias (cuya naturaleza intuyo), bienvenidas sean. Pues sería muy aburrido que el nacionalismo, que se ha caracterizado por abundar en ellas, se hubiera venido a transformar en una corriente de pensamiento monocorde, regida por cánones inflexibles”.
Tuvo antes y después de estas Memorias, la inusual caridad de remitirme, en formato pdf, libros suyos en ciernes, con proyectos firmes de publicarlos y –¡mal de muchos!- con no siempre recursos adecuados para poder hacerlo. Recuerdo ahora “Aromas y Fragancias”, “Dichos argentinos”, “Sonetos sevillanos”, “Temas argentinos”, y uno muy particular, curioso y atractivo al que tituló “Gentes”. Me gustaría saber –y mucho más me tranquilizaría enterarme- que este caudal de inspiración y de gracia, como diría Ernesto Palacio, ya tiene cristiana edición o editores cristianos que asuman la tarea pendiente, si es que aún no se ha hecho.
Estoy escribiendo la noche del 29 de agosto, en vísperas de Santa Rosa de Lima. Ignoro si mañana habrá lugar para la más popular y sacra de las tormentas. Sólo tengo la certeza moral y la esperanza del espíritu, de que a Juan Luis de la Cruz Gallardo ya no lo alcanzan los chubascos ni los aguaceros de la tierra. Antes bien, debe andar mereciéndose la presencia irrefragable del Sol Invicto.
Nos enseñó a gustar de aquellas cosas,
domésticas o magnas, tornadizas,
gratas como el murmullo de las risas,
y otras graves, de luces asombrosas.
Las palabras sonaban melodiosas,
entre el cielo y la tierra, fronterizas,
épicas unas y eran sus divisas, o
rantes otras y eran dadivosas.
Te extrañarán los trenes de la infancia,
por Falucho hay ombuses que hacen duelo,
se resiste a apagarse aquel farol
que en Malvinas es luz de comandancia.
Pero ahora al combate en otro Suelo, Vamos, “de pie, que ya despunta el Sol”!